Reutilizar, reducir y reciclar son parte del lenguaje que empezamos a reconocer como útil para dialogar de manera pacífica con el planeta. Aprender a hablar este idioma es entender mejor cuáles son las necesidades de nuestra tierra y qué podemos hacer nosotros para suplirlas.
Es común creer que la responsabilidad de cuidar el planeta es de los otros, de un tercero más poderoso y con más recurso que entienda qué es lo que hay que hacer. Pero la realidad es que, como bien decía Eduardo Galeano, «mucha gente pequeña en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas pueden cambiar el mundo».
Queda atrás la creencia de que las grandes organizaciones deberían hacerse cargo del proyecto a gran escala para dar lugar a la cooperación individual, al esfuerzo de las iniciativas y a los emprendimientos sustentables. Se impone la idea de avanzar hacia esa dirección como un objetivo más real y posible de lograr.
Reutilizá
Con mucha imaginación, algunas herramientas y una pizca de habilidad, podemos modificar desde objetos hasta materiales orgánicos. Uno de los atributos más impresionantes de casi todo lo que nos rodea es su versatilidad: todo tiene capacidad de convertirse en otra cosa, todo se transforma.
Los restos de comida se hacen guiso, el pallet se convierte en sillón y la remera vieja se hace pijama, o bolsa de compras, o lo que nuestra imaginación quiera. Objetos que aparentemente ya cumplieron su cometido en el mundo, pueden convertirse en obras de arte o en otros objetos.
En una sociedad cuya lógica está orientada a comprar, usar y tirar, es esencial construir un paradigma de consumo que concientice. Frente al daño que provoca la obsolescencia programada, la reutilización no solo es una opción, sino que es una de las premisas básicas de la sustentabilidad y sus beneficios son numerosos. Por un lado, se disminuye el impacto del consumo innecesario sobre el medioambiente (¡y de nuestra billetera!). Por el otro lado, generamos menos desechos.
En última instancia y no menos importante, fomentamos la cultura del valor. Los recursos para poder implementar la reutilización como parte de nuestra rutina son muy accesibles: creatividad y voluntad. No cuestan nada y valen mucho. ¡Ojo! No creas que todo lo que se reutiliza solo sirve con fines decorativos. También podemos crear objetos útiles como sistemas de recolección de agua de lluvia, artefactos de luz, paneles de aprovechamiento de energía solar e incluso hay quienes se las han rebuscado para crear casas. Tan solo hace falta aplicar lo que sabemos, con las herramientas que manejamos, a las necesidades que tenemos.
Reducí
Premisa primera es generar un equilibrio entre lo que es consumo y lo que es consumismo. Esto implica tomar decisiones responsables y aprender a diferenciar entre lo que necesitamos y lo que es prescindible. Para poder convivir en armonía con el medio ambiente y ahorrar los recursos que tenemos, es necesario hacer esta diferencia.
Pero atención, que no todo lo que uno necesita es comprado, alquilado, prestado, regalado o canjeado, ¡existe la posibilidad de dar sin recibir nada a cambio! Un gran ejemplo de esto es la gratiferia. Esta forma de intercambio se puede dar en pequeñas o grandes escalas, entre amigos o desconocidos, y promueve una forma de consumo colaborativo que ayuda a reducir la cantidad de cosas que tenemos guardadas y que a veces no le damos uso. En el último tiempo se ha hecho cada vez más común la aparición de este tipo de espacio para el intercambio de bienes, donde reina un sentido de solidaridad entre quienes participan.
En las grandes ciudades se goza del agua corriente, ya que es común tener acceso continuo e ilimitado para diversos usos, al menos por ahora. El agua parece ser de esos recursos que más se usan pero a los que menos se los valora. ¿Por qué? Justamente como consecuencia de esta aparente disponibilidad continua del recurso. Esto se ve reflejado en un consumo que no se raciona porque el costo del servicio no representa un gasto excesivo para la economía doméstica, al menos en Argentina.
Una buena idea es transformar ligeramente algunas de las rutinas diarias para ahorrar recursos y enseñar a otros a cuidarlos. A continuación, algunos consejos para implementar y reducir el consumo de agua y electricidad y para separar la basura de forma adecuada:
Podés ahorrar 300 litros de agua si lavás el auto de la siguiente manera: con un balde para mojarlo y con otro para enjuagarlo.
Para evitar que el agua se evapore por acción de calor, regá tus plantas por la tarde o por la noche.
Poné baldes y palanganas a la intemperie cuando veas que vaya a llover. Esta agua puede servirte más adelante para regar plantas o limpiar el patio. Si la hervís podrías usarla para cocinar.
Si estás lavando verdura, no uses agua continua. Llená una cacerola y remojá tus vegetales dentro de ella.
Hacé los lavados con cargas completas si usás el lavarropas. Así, ahorrarás hasta un 40% de energía.
Si estás esperando que el agua de la bañadera o de la cocina se caliente, mejor poné una palangana debajo, para poder usar el agua fría para otro momento.
Un inodoro puede usar entre 10 y 16 litros de agua por cada carga. Para ahorrar 4 litros, ubicá dos botellas llenas de agua en la mochila del mismo.
Siempre que uses el lavatorio de manos para cepillarte los dientes o lavarte la cara, por ejemplo, cerrá la canilla. Con este truco solamente, podés llegar a ahorrar hasta 60 litros de agua diarios.
Un poco de luz:
Si terminaste de cargar tus dispositivos móviles desenchufá el cargador. Éste sigue tomando energía de la pared aunque no esté conectado.
Siempre que salgas del cuarto apagá las luces. ¡Y ojo! las lámparas de bajo consumo están hechas con mercurio y esto no es bueno para la salud. Usá, en cambio, las bombitas de bajo consumo de LED que duran más tiempo y no consumen tanta energía.
Si te vas de vacaciones, un buen consejo es desenchufar y desconectar la heladera.
Usar una zapatilla para conectar distintos aretfactos es una buena opción para ahorrar electricidad. Cuando salgas de casa desconectá la zapatilla y listo.
Reciclá
Esta última R apunta a transformar la manera en que vemos los objetos. Reciclar es darle un nuevo ciclo a algo que ya ha sido usado. A veces asociamos el reciclaje a lo reparado y lo recuperado, pero el tratamiento de la materia tiene dos aplicaciones distintas: el upcycling y el recycling. En el primer caso se trata de transformar un objeto sin uso o clasificado como basura, en otro igual o derivado.
El reciclaje (recycling), en cambio, recupera la materia para transformarla en otra cosa, que a menudo no guarda relación con el objeto original, sino que se adapta a las necesidades de una comunidad, o las posibilidades de reciclaje de dicho objeto. Existen cooperativas de recicladores urbanos que hacen de este desafío un aporte invaluable para el medio ambiente, evitando la acumulación de residuos, clasificándolos según su origen y reutilizándolos según su potencialidad.
Muchas veces no hacemos nada porque no sabemos bien qué se puede hacer. A menudo no hacemos tanto porque pensamos que alguien con más poder puede resolverlo mejor. Se trata de cambios pequeños y la sustentabilidad empieza por uno. Por cambiar el estilo en que vivimos, compramos y consumimos, de hacer algunos ajustes en nuestro día a día, de darle una vuelta de tuerca a las tres «R» sin dejar de lado nuestra impronta personal. Dialogar en este lenguaje mejora nuestra calidad de relación con el planeta.