La sustentabilidad, como todo concepto novedoso, tiene un vínculo diferente según la generación de la que formen parte quienes se vinculan con ella.
Si bien el concepto de escasez es central en la economía hubo un tiempo en el que los recursos naturales se consideraban infinitos; tanto que no había razón para preocuparse por lo que ocurriera con ellos luego de nuestra intervención.
Las plantas fabriles de todo tipo -por tomar solo un caso- solían ubicarse sobre las costas para poder eliminar sus desechos vertiéndolos sobre el flujo de agua que los llevaba hacia un destino común sin preocuparse porque eso tuviera consecuencias.
La característica sobresaliente de la naturaleza es su sabiduría, que se encargaba -según la creencia popular- de compensar las consecuencias de la intervención del hombre.
Poniendo en alta velocidad al tiempo encontramos hoy mismo a empresarios que lideran compañías de mucho peso quienes declaran estar orgullosos de sus planes de RSE (Responsabilidad Social Empresaria), pero que también tienen un negocio que los entusiasma y sobre el que les interesa concentrar sus recursos.
La sustentabilidad ha pasado de ser una cuestión natural -de la que se hace cargo la naturaleza- para pasar a ser una oportunidad de vínculo comunitario que les permita a las empresas hacer mejor las cosas obteniendo -en consecuencia- resultados tan diversos como valiosos.
Todavía hoy tenemos una generación que lidera las empresas con la creencia de que las consecuencias en el medio ambiente reclaman culpas por pagar y deciden hacerse cargo de su cuota llevando a cabo programas de RSE que no son mucho más que demostraciones de generosidad para compensar culpas y miedos.
La comprobación de que la tierra existe desde antes de estar poblada por el hombre pone en evidencia que quienes la necesitamos somos nosotros a ella y que la tierra puede mantenerse con vida sin habitantes humanos es una razón disparadora de un miedo sensato.
Generaciones de avanzada
Lo cierto es que también en las empresas comienzan a tomar decisiones personas que forman parte de las nuevas generaciones con mucha menos culpa y mucha mayor capacidad de visión estratégica.
Ver a la sustentabilidad de manera estratégica permite entenderla como una oportunidad de mejora abarcadora.
Hacer las cosas de mejor manera ofrece resultados en todos los campos; en el medioambiental, en el social, en el económico y -sin dudas- en el del negocio con valores competitivos que difícilmente sean emparejados por la competencia.
Permite generar un vínculo de valor con todos los grupos que conforman la comunidad a la que la empresa también pertenece por lo que gestionar la sustentabilidad con una mirada estratégica hará mucho más fuerte el vínculo y resultados que beneficie a todos los participantes sin que la empresa quede desplazada.
El ingreso de las nuevas generaciones al mundo de la sustentabilidad no nos presenta un futuro mejor simplemente porque es algo que ya está ocurriendo.